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sábado, 17 de octubre de 2009

Le llamaban Lalo, secuestros express (consentidos pero sin sentido), surrealismo moreliano y otros asuntos más o menos relacionados con el rock & roll



Tal como lo cuento. Llegué a Morelia, en el estado de Michoacán (y en un estado que ni Choacán) pasadas las cuatro de la tarde del jueves 15 de octubre, después de cinco horas en autobús para recorrer los 190 km que la separaban de Guanajuato (el güey de la estación me vendió la moto y acabé en el autobús-gallinero que paraba en aldeas que ni siquiera venían de camino, y por supuesto tampoco en el mapa; en realidad tenía que haber cambiado en Irapuato para coger un bus directo hasta Morelia: a la próxima no me pillan).

Probablemente, mi estancia en Morelia pase por ser uno de los acontecimientos más surrealistas que vaya a experimentar en todo mi periplo mexicano (y quizás también en toda mi vida).

Llegué al Hostel Allende, en la calle del mismo nombre y fui a comer algo al lugar donde me recomendó el hostelero (un sitio de menú en el que comes adecuadamente por 40 pesos, unos 2 euros). Por la tarde estuve dando un paseo por el sorprendente casco viejo colonial de la ciudad, perfectamente conservado y que mantiene una armonía perfecta en todas sus construcciones (suelen ser edificios de una planta, todos de piedra). Por supuesto, y al igual que las últimas ciudades en las que he estado, se trata de una ciudad patrimonio de la humanidad.
Palacio Presidencial (Ayuntamiento)

Soportales de la Plaza de la Catedral
Sopórtales, catedral

Sopórtales, soportales y catedral

Calle principal (Madero)

Ya de noche pasé por delante de un bar, el Oldies, en el que se escuchaba música en directo y entré. En el interior, una amplia estancia decorada con motivos rock&roleros acogía a un grupo tocando rock y a un solo espectador sentado a una mesa. Me senté con él y empezamos a hablar. Hicimos buenas migas y repasamos todos los temas posibles que pueden repasar dos desconocidos. Al rato llegó Isabel, su novia. La verdad es que resultaron ser una gente muy agradable y simpática. Cuando yo les relaté mi impresión de que las mujeres en Morelia eran sumamente guapas, me contaron que hacía poco habían arrancado una agencia de modelos. Normal -pensé yo- es como si eres suizo y montas Milka. Al rato me propusieron –entre cerveza y cerveza, todo sea dicho- que colaborara con el proyecto y entre todos creamos el cargo de Asesor Adjunto. Mis responsabilidades serían muy simples, me encargaría de seleccionar a las chicas que pasarían a formar parte de la agencia y cuáles no. Je, je, esperar tantos años para que al fin te ocurra algo así llovido del cielo; sin comerlo ni beberlo, vamos.

Después nos dirigimos a otro bar, que creo que se llamaba La Cueva, aunque no estoy muy seguro, donde también había un concierto de rock. Este, sin embargo, estaba bastante más animado, por no decir lleno y Rafa parecía conocer a todo el mundo por allí. Sin ir más lejos, el guitarra era un tío muy simpático que cuando le dije que era de Barcelona me empezó a hablar de su gran afición por Albert Pla. -Sí, yo tampoco daba crédito-.

El bar La Cueva?

Después de miles de cervezas, comenzó una trifulca entre la pareja (Rafa e Isabel) no recuerdo muy bien por qué. La cuestión es que al final desaparecieron y yo acabé con el bajista del grupo bebiendo en la trastienda de una taquería, donde se juntaban todos los que querían seguir la fiesta (bebiendo) después de que cerraran los bares a eso de las tres. Llegué a mi hostal a las seis y no pude evitar que se exteriorizara tanta incongruencia gástrica acumulada a lo largo de la noche. Al día siguiente amanecí (significativamente más tarde que el sol) con bastante resaca.

Por cierto, aquí un diminutivo de Eduardo es Lalo. Ya cuando estudiaba el máster en Madrid, mi amiga Chuy, mexicana ella, me llamaba Lalo. Y aquí, alguien empezó a llamarme de esa forma cuando me presenté y ahora cuando me preguntan siempre digo: me llamo Lalo.

Rafa, Isabel y Lalo

A la noche siguiente, volví al Oldies con la esperanza de que, como el día anterior, Rafa e Isabel aparecieran por allí, para retomar, ya con pelos y señales nuestro proyecto común. Ni rastro de ellos. Es más, en el bar estuve yo solo viendo el concierto del mismo grupo que el día anterior, los Gente Extraña, con los que ya se había creado un vínculo especial. De hecho, me pidieron que cantara una canción de Héroes del Silencio con ellos, y allí había que verme empuñando el micro y entonando –es un decir- 'la chispa adecuada'. Cuando terminó el concierto a eso de la una, me despedí del grupo y me dirigí cabizbajo hacia el hostal con pensamientos obsesivos sobre lo que pudo haber sido y no fue, en mi nueva carrera profesional.

Gente Extraña en el Oldies

Gente muy Extraña en el Oldies

Pero la noche me tenía preparadas más sorpresas. Ya casi llegando al hostal, paró delante de mí una furgoneta blanca y una chica asomada por la ventanilla me dijo:

-Corre sube, somos gente que no nos conocemos de nada y hemos subido al coche, sube.

Ante una proposición tan absurda e inaudita como esta no pude hacer otra cosa que subir. Dentro de la furgoneta había tres chicos y dos chicas. Dos de ellos eran hermanos, según dijeron, un chico y una chica, los propietarios de la furgoneta y los promotores de tan extraña iniciativa. Hicimos las preceptivas presentaciones y compramos unas cervezas en un badulake. Intentamos un par de veces que alguien más subiera, pero por lo visto no había más subnormales por la ciudad a esas horas. Finalmente, y después de un buen rato haciendo el loco (bajándonos a bailar cuando el semáforo estaba en rojo, etc.), los hermanos fueron acompañando en su coche a cada uno de los presentes. Por cierto, que alguno vivía en las muy afueras de la ciudad. Finalmente, nos emplazaron a todos para quedar al día siguiente, esta vez de forma más convencional.

El día siguiente, me presenté en el lugar de la cita, ya que no tenía nada mejor que hacer y ya había desistido de reencontrarme con el modelismo. Estuve un buen rato esperando en el lugar de la cita, pero allí no apareció nadie. Aún me pregunto cuál era la naturaleza real de toda esta historia y si no estaba soñando, drogado o ambas cosas.

En fin, que un tanto cansado de sobresaltos y de planes incumplidos de todo tipo, el domingo 18 me levanté temprano para dirigirme en bus hasta la pacífica, paradisíaca y morganfreeniana ciudad de Zihuatanejo, en el estado de Guerrero, pero eso ya es otra historia...

Ex-convento de El Carmen


Quijote-Sancho

Acueductus interruptus

El famoso acueducto de Morelia

Política de fichajes: Morelos y Pavones (el pollo que da nombre a la ciudad)