Y después de Delhi qué, pues de perdidos al río: rumbo a Jaipur (pronunciado /shepur/). La verdad es que sólo el nombre evoca cantidad de circunstancias y cosas, cómo un nombre de ambientador o frases como ‘quien calcula compra en shepur.
No, la verdad es que es una ciudad que al menos a mí me transmite más que la rocambolesca Delhi. Y eso que la he conocido después de llegar en tren desde Delhi, un tren cogido a las 6 de la mañana (noche cerrada) en la turbulenta estación de la capital y sin haber casi dormido. La experiencia del tren ha sido positiva. Por un precio módico de 465 rupiastras, te transportan durante los 261 km que separan Delhi de Jaipur y te dan un desayuno compuesto de té y galletas y más tarde de un tentempié que constaba (en el caso de la elección no vegetariana) de una tortilla, creo que francesa, con guisantes y judías verdes, pan y más té.
En el andén, a la espera de coger el tren conocí a Ersoy, un chico turco que también hacía el mismo recorrido y que, cómo no, al dedicarse al apasionante mundo del guiísmo turístico, hablaba perfectamente español. Tras un intento de engaño al turco cuando aún no había arrancado el tren (un joven nos ha pedido el billete y le ha dicho a él que le acompañara a la oficina de venta pues su billete no era válido, para según ha visto luego, robarle el pasaporte e imaginamos que pedirle dinero a cambio), llegamos a Jaipur donde fuimos acosados por todos los taxistas y rickshawistas del mundo (cosa habitual) en cualquier foco turístico de la India. Los dos íbamos sin reserva de hotel, por lo que nos hemos puesto a buscar uno que le habían dicho que estaba bien. Lo hicimos y en él estamos. Las habitaciones son tan cuchitriloides como cualesquiera otras en la India, pero son espaciosas y el sitio es tranquilo, tiene terraza y restaurante y está bastante bien.
Entre tanto, fuimos a ver la ciudad y nos metimos por la cuidad amurallada llena de bazares, mercados, zocos, mercadillos, puestos ambulantes y tienduchas, muy coloridas y vistosas. Sufrimos varios intentos de timo del tocomocho pero salimos airosos.
He ahí algunos ejemplos de lo visto, entre los que destacan el váter del tren con caída libre (todos hemos pensado alguna vez que los desechos de los váteres de los trenes caen directamente a la vía, pero aquí es evidente) y el palacio de los vientos (Hawa Mahal), uno de los monumentos más significativos de la ciudad.
Y cómo que cortar y pegar?? No puedo más que escribir cuando tengo un rato en el portátil y si las líneas, el ejército y el dalai baba ese quieren y encuentro un locutorio que funcione, con el pendrive lo envío o lo que sea (y seguirá siendo así). Intentaré alternar los relatos más cronísticos con reflexiones más generales sobre las cosas que voy viendo o me voy inventando, que eso también cuenta (igual ni estoy en la India y os estoy engañando a todos, jejeje).
Namasté.
2 comentarios:
Hola Hel!! Qué bien acogidas son tus letrillas... Ya veo que vas conociendo gente y lugares, cuanto menos, pintorescos. No puedo menos que sentir cierta envidia (pero sana, eh?). Esas experiencias irrepetibles e involvidables...
Disfruta de todo y tod@s!!
Besos
Hola viajero,
Veo que sigue su buena estrella, y "casualmente" se encuentra siempre gente que habla español.Creo que es un plan divino para que no practique ingles.Pero tambien es cierto que sus rasgos pseudo hindues le salvan de algun que otro timo, vease el del billete de tren por ejemplo.....los turcos por lo general son buena gente, al menos lo que yo he conocido.Y de donde es este caballero oriental?de que lugar en Turquia?He visto fotos de Jaipur y creo que es mas bonito efectivamente que Delhi.Ademas al ser mas pequeño y tranquilo, supongo que la gente tambien es mas relajada.
Pero cuando establecera contacto con algun local?cierto que es dificil ya que todos quieren sacarle los cuartos!!!
Muchos besos y siga asi!!Lejos queda ya la desesperación de los primeros momentos.
Ciaoo Bego
P.D.muy chulas las fotos, veo que el pelo ya le esta creciendo
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