De vuelta en México, continúo, en orden cronológico (aunque poco lógico) con el relato de los acontecimientos.
La cosa fue más o menos así. El miércoles 28 de octubre a las 11 de la mañana llegué a San Cristóbal de las Casas, en Chiapas, tras un breve recorrido en autobús desde Tuxtla. Después de varios intentos de encontrar hotel (estaban llenos o no tenían internet) di con la Pensión Ganesha -vaya, me encuentro de nuevo con la diosa-elefanta-. Estuve conociendo un poco la ciudad, aunque estaba lloviendo y eso imposibilitaba ligeramente la operación.
Al día siguiente me levanté temprano y fui a dar un paseo. Al pasar por delante de una escuela de idiomas me propusieron entrar para ver las vistas de la ciudad desde la terraza. Acepté. La escuela estaba en una empinada cuesta que llevaba hasta el cerro de San Cristóbal, desde donde se divisaba toda la ciudad. Pasé toda la mañana con Romeo, el dueño de la escuela, charlando sobre la actualidad de México y especielmente de Chiapas.
Por la tarde después de comer fui a visitar el museo del café. Hay que decir que en Chiapas hay una importante producción de café, al igual que en otros estados de México. Reparad en la extraña postura del cafetero.
El viernes, me levanté temprano con la intención de unirme a una excursión organizada que partía desde la plaza de la catedral y que te llevaba a los pueblos de Chamula y Zinacantán. Sólo éramos tres en la excursión, una pareja de australianos y yo.
En Chamula visitamos el cementario, ya con las tumbas engalanadas esperando el día de muertos. Luego fuimos a la iglesia y al mercado.
Posteriormente visitamos la casa de un líder espiritual del pueblo en el que pudimos ser testigos de ritos y demás mandangas. La iglesia es digna de verse. Se conjugan en ella liturgias y tradiciones cristianas con costumbres paganas, mayas y sólo dios sabe cuántas cosas más. No se pueden hacer fotos del interior, por lo que no tengo muestras del extraño ambiente que se vive ahí dentro. Como apunte, os contaré que el suelo está cubierto de hojas de pino, la gente se sienta en el suelo a realizar extraños exorcismos con gallinas mientras bebe coca cola y hay imágines de santos descatalogados, como San Pedidor y otros de dudoso pedigrí católico. Bueno, en realidad la iglesia no está homologada por el Vaticano, si es que el Vaticano se encarga de homologar cosas. También fue curioso cómo ese día en el interior de la iglesia había más estupefactos turistas que devotos feligreses.
Por la tarde después de la siesta hice una clase de yoga en el hostal impartida por una profesora argentina que después me invitó a una fista hippy en la que, entre otras cosas, había pizza de espaguetis para comer (evidentemente duré 5 minutos en la extraña reunión).
De vuelta al hostal, tras pasarme por el bar Revolución, donde había música en directo, estuve charlando con Eva, la recepcionista también argentina y con Manuel, un antropólogo que hacía de guía en excursiones a Chamula y a caracoles zapatistas y que nos estuvo hablando sobre la profecía maya para el 2012. Seguro que algún día os hablaré del asunto.
Dado que estábamos cerca del día de muertos, en casi todos los sitios habían dispuesto altares con fotos de personajes famosos ya fallecidos o de familiares, con ofrendas de las cosas que les gustaban en vida.
Algo que no pudo dejar de contar es la curiosa historia de la flauta. Eva, la recepcionista del hostal, quería un perro para la casa donde vivía y que compartía con más gente. El tipo que le regalaba el perro era el hijo de un músico famoso en su tiempo y estaba vendiendo todos los instrumentos que tenía (consecuencias de la crisis, imagino). Ella sin prestar mucha atención le dijo que le compraría una flauta que vendía y se llevó el perro, que era lo que ella quería. Cuando llegó a casa con el perro recapacitó y se dio cuenta de que todos los que estaban en el piso, incluido ella, estaban de paso y nadie podría que darse con el perro. Al día siguiente fue a devolver el perro con todo el dolor de su corazón. El dueño recogió el perro pero le insistió con el tema de la flauta. Ella al final terminó comprándola por 1200 pesos. Ahora está sin perro, con una flauta traversera de plata que no quería y mirando escuelas de música para aprender a tocar o buscando músicos que busquen flautas para poder recuperar su dinero. Por si alguien está interesado en la flauta, la puede conseguir por unos 100 euros (a ver si la flautista pone sus datos de contacto en un comentario).
Al día siguiente, estuve dando vueltas por la ciudad y por la noche había quedado con Belina, la encargada del hostal y su amigo Rogelio, un holandés que estaba aprendiendo español en San Cristóbal. Fue un tanto surrealista, pues Belina había quedado con una amiga que hacía tiempo que no veía y celebraba el cumpleaños de su marido en un hotel. Para allá nos fuimos, y acabamos cenando con un grupo de matrimonios y alguno de sus hijos, con un aire absolutamente bodil. No hay pruebas graficas del asunto. Después estuvimos por varios garitos de la ciudad. Yo me retiré a eso de las 4, ya que mi autobús hacia Palenque salía a la mañana siguiente, pero como ya habréis imaginado, eso ya es otra historia...
La cosa fue más o menos así. El miércoles 28 de octubre a las 11 de la mañana llegué a San Cristóbal de las Casas, en Chiapas, tras un breve recorrido en autobús desde Tuxtla. Después de varios intentos de encontrar hotel (estaban llenos o no tenían internet) di con la Pensión Ganesha -vaya, me encuentro de nuevo con la diosa-elefanta-. Estuve conociendo un poco la ciudad, aunque estaba lloviendo y eso imposibilitaba ligeramente la operación.
Al día siguiente me levanté temprano y fui a dar un paseo. Al pasar por delante de una escuela de idiomas me propusieron entrar para ver las vistas de la ciudad desde la terraza. Acepté. La escuela estaba en una empinada cuesta que llevaba hasta el cerro de San Cristóbal, desde donde se divisaba toda la ciudad. Pasé toda la mañana con Romeo, el dueño de la escuela, charlando sobre la actualidad de México y especielmente de Chiapas.
Por la tarde después de comer fui a visitar el museo del café. Hay que decir que en Chiapas hay una importante producción de café, al igual que en otros estados de México. Reparad en la extraña postura del cafetero.
El viernes, me levanté temprano con la intención de unirme a una excursión organizada que partía desde la plaza de la catedral y que te llevaba a los pueblos de Chamula y Zinacantán. Sólo éramos tres en la excursión, una pareja de australianos y yo.
En Chamula visitamos el cementario, ya con las tumbas engalanadas esperando el día de muertos. Luego fuimos a la iglesia y al mercado.
Posteriormente visitamos la casa de un líder espiritual del pueblo en el que pudimos ser testigos de ritos y demás mandangas. La iglesia es digna de verse. Se conjugan en ella liturgias y tradiciones cristianas con costumbres paganas, mayas y sólo dios sabe cuántas cosas más. No se pueden hacer fotos del interior, por lo que no tengo muestras del extraño ambiente que se vive ahí dentro. Como apunte, os contaré que el suelo está cubierto de hojas de pino, la gente se sienta en el suelo a realizar extraños exorcismos con gallinas mientras bebe coca cola y hay imágines de santos descatalogados, como San Pedidor y otros de dudoso pedigrí católico. Bueno, en realidad la iglesia no está homologada por el Vaticano, si es que el Vaticano se encarga de homologar cosas. También fue curioso cómo ese día en el interior de la iglesia había más estupefactos turistas que devotos feligreses.
Por la tarde después de la siesta hice una clase de yoga en el hostal impartida por una profesora argentina que después me invitó a una fista hippy en la que, entre otras cosas, había pizza de espaguetis para comer (evidentemente duré 5 minutos en la extraña reunión).
De vuelta al hostal, tras pasarme por el bar Revolución, donde había música en directo, estuve charlando con Eva, la recepcionista también argentina y con Manuel, un antropólogo que hacía de guía en excursiones a Chamula y a caracoles zapatistas y que nos estuvo hablando sobre la profecía maya para el 2012. Seguro que algún día os hablaré del asunto.
Dado que estábamos cerca del día de muertos, en casi todos los sitios habían dispuesto altares con fotos de personajes famosos ya fallecidos o de familiares, con ofrendas de las cosas que les gustaban en vida.
Algo que no pudo dejar de contar es la curiosa historia de la flauta. Eva, la recepcionista del hostal, quería un perro para la casa donde vivía y que compartía con más gente. El tipo que le regalaba el perro era el hijo de un músico famoso en su tiempo y estaba vendiendo todos los instrumentos que tenía (consecuencias de la crisis, imagino). Ella sin prestar mucha atención le dijo que le compraría una flauta que vendía y se llevó el perro, que era lo que ella quería. Cuando llegó a casa con el perro recapacitó y se dio cuenta de que todos los que estaban en el piso, incluido ella, estaban de paso y nadie podría que darse con el perro. Al día siguiente fue a devolver el perro con todo el dolor de su corazón. El dueño recogió el perro pero le insistió con el tema de la flauta. Ella al final terminó comprándola por 1200 pesos. Ahora está sin perro, con una flauta traversera de plata que no quería y mirando escuelas de música para aprender a tocar o buscando músicos que busquen flautas para poder recuperar su dinero. Por si alguien está interesado en la flauta, la puede conseguir por unos 100 euros (a ver si la flautista pone sus datos de contacto en un comentario).
Flauta y propietaria (reparar en la posición de las manos para constatar su absoluto desconocimiento del instrumento)
Al día siguiente, estuve dando vueltas por la ciudad y por la noche había quedado con Belina, la encargada del hostal y su amigo Rogelio, un holandés que estaba aprendiendo español en San Cristóbal. Fue un tanto surrealista, pues Belina había quedado con una amiga que hacía tiempo que no veía y celebraba el cumpleaños de su marido en un hotel. Para allá nos fuimos, y acabamos cenando con un grupo de matrimonios y alguno de sus hijos, con un aire absolutamente bodil. No hay pruebas graficas del asunto. Después estuvimos por varios garitos de la ciudad. Yo me retiré a eso de las 4, ya que mi autobús hacia Palenque salía a la mañana siguiente, pero como ya habréis imaginado, eso ya es otra historia...
5 comentarios:
Sorprendida me encuentro, de esa cena con ninyos.....este viaje le esta transformando en un ecologista greenpeace amante de las pequenyas criaturas!!
Veo que ha hecho un resumen muy sucinto de todas las aventuras acaecidas, no sea racano y escriba mas!! je,je
Su publico le reclama!!
Mas que una flauta parece que se este comiendo otra cosa... Hola mollo como te va por esos mumdos de yupy? aunque no demos señales de vida, seguimos tus andanzas caballerescas. Recuerdos de todos besitos. Cuidate mucho.
Bueno, ya conoce las encerronas, uno no puede escapar de ellas y tiene que aguantar el tipo como buenamente pueda. La sucintez se debe al retraso de relatos. Espero ponerme al día en breve.
Ey, heldrismo purísimo!! Qué bueno tener noticias tuyas por aquí. Me alegra que sigáis mis absurdas aventuras. A ver si aportas más comentarios. Besos
¡Hola aventurero turulato! ¡Me alegra volver a leerle y saber que su periplo por Guatepeor no terminó siendo un merdè (léase capítulo del lago Atitlán)! Me uno al clamor popular y pido más relatos de sus pacíficas y encantadoras hazañas, en espera de escucharlas de sus labios turgentes acompañados de unas virginales botellas de leche apanterada... ¡Salud, relájese y disfrute!
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