26 de enero, día de la República de la India.
En 1947 la India logra independizarse del Imperio de su graciosa majestad británica, pero no es hasta 1950, el 26 de enero concretamente, cuando se crea la Republica de la India.
Estoy en Jaipur, la ciudad rosa, nombre recibido por el supuesto tono rosado que presentan muchos de sus edificios históricos, incluidos la muralla de la ciudad vieja y el archiafamado Palacio de los Vientos o Jama Mahal, aunque, a decir verdad, el tono real se aproxima más al naranja que al rosa. Es día festivo aquí, y la prensa local hace un repaso histórico de lo que supuso la creación del estado indio en forma de república y los retos y desafíos que se presentan, y las cuentas pendientes que aún tiene el estado con sus súbditos. No hay que olvidar que la India es un vasto país de más de mil cien millones de habitantes, de los cuales unos cuatrocientos millones son pobres, muy pobres o paupérrimos. La prensa, en general, no es nada adicta al régimen y reclama una renovación de la clase política, incapaz de resolver los problemas reales de un país tan complejo y muchas veces sumida en escándalos multitudinarios de corrupción. Además, en estos días, con un escenario de tensiones políticas con los vecinos de Paquistán, por los recientes atentados terroristas de Mumbai, viene a sumarse la incertidumbre que supone que el primer ministro indio haya sido sometido a una operación a corazón abierto en la que se le practicó un quíntuple bay-pass coronario.
Preguntando al joven autóctono Dinesh, que conocí escalando las murallas cercanas al templo de la diosa-elefanta Ganesh, sobre qué suponía este día para la población, me comentó que esta era una celebración más institucional y política que del pueblo, imagino que por la paulatina pérdida de fe en sus políticos y en el sistema político que se dieron hace 58 años. La fiesta que sí celebran por todo lo alto, según me comentó el joven jaipureño, es el de la independencia, que se celebra el 16 de agosto. Una interpretación que yo hago del asunto es que cuando un pueblo está oprimido por otro, lo más sencillo es culpar al país invasor de todos los males que a uno le atenazan, con la consiguiente alegría que supone cuando se pone fin a esta involuntaria subordinación. Ahora bien, celebrar por todo lo alto el día de la república sería como asumir la incompetencia de ellos mismos, encabezados por su clase política, incapaces de dar soluciones a un pueblo que se desangra desde hace más de sesenta años. Imagino que aún siguen viendo en los británicos a los causantes de todos sus males, y que aún hoy tienen que pagar las consecuencias de su ya lejana opresión.
Cuando uno se para a pensar que un país con cuatrocientos millones de pobres ha comenzado una costosísima carrera espacial, teniendo como horizonte la conquista del humilde satélite que da vueltas alrededor de nuestro estresado planeta, no puede evitar calificar la actitud de sus políticos como lunática e infantil. Quizás, esperen encontrar el remedio de todos sus males en la cara oculta de la luna, lugar abierto a todas las hipótesis, o aún mejor, tengan pensado acabar con la pobreza de su país enviando a todos los pobres a ese idílico e ignoto lugar, en naves espaciales con diferentes clases, en las que por un precio módico cualquier pobre podrá acceder a tan liberador viaje, eso sí, en vagones de tercera.
En cualquier caso, y ya que en España aún no podemos celebrarlo, os deseo a todos ¡UN FELIZ DÍA DE LA REPÚBLICA!
No hay comentarios:
Publicar un comentario